Hace unos días fuimos testigos de una mega marcha de jóvenes estudiantes del Instituto Politécnico Nacional, quienes dieron un ejemplo grandísimo de civilidad al manifestarse en completa paz.
La manifestación tenía como fin llegar a Bucareli, a la sede de la Secretaria de Gobernación y ahí ser atendidos por el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, cosa que lograron y con creces, al tener una respuesta inmediata a sus demandas, las cuales ya fueron atendidas y resueltas en su mayoría el pasado viernes.
Hasta aquí, los jóvenes integrantes del movimiento #TodosSomosPolitécnico, que inició en las Redes Sociales, dieron una lección a los miles de manifestantes que circulan al año por nuestras plazas cívicas, y que tan mal acostumbrados tienen a nuestros gobernantes y a nosotros los ciudadanos.
Pero.... Nunca faltan quienes buscan aprovechar este tipo de movimientos legítimos estudiantiles, para de ahí colgarse y exhibir todo tipo de intereses políticos.
Esta explicación fue el preludio para llegar al tema que realmente interesa en esta columna: la polarización de las verdaderas causas sociales.
El pasado 2 de octubre vimos un claro ejemplo de lo mencionado, con la ya tradicional marcha en memoria del trágico desenlace del movimiento estudiantil de 1968, manifestación que acabó como desde hace años, en un sin número de actos vandálicos y desmanes que causan grandes perdidas económicas y una molestia generalizada de la sociedad.
Y la pregunta obligada: Que ganan con causar destrozos? Porque pintar paredes de edificios? Inclusive arremetiendo contra personas que en 1968 ni siquiera la primaria cursaban. Cual es la real ganancia con esas muestras de anarquía?
El derecho a manifestarse está protegido por nuestra Constitución y las autoridades deben privilegiar ese derecho, pero debiera de reglamentarse para no perjudicarnos a todos en nuestro también derecho al libre transito.
Vaya dilema.
Como político entiendo que la ciudadanía tiene el legitimo derecho a exigir que los gobiernos cumplan sus promesas y sus compromisos, pero como un ciudadano más también pido civilidad y exijo manifestaciones en paz.
Porque polarizar los legítimos movimientos estudiantiles?
Porque tras verdaderas causas sociales, insistir en temas movidos tras bambalinas por intereses políticos y partidistas?
Porque los jóvenes dejan que esos intereses se infiltren en sus extraordinarias muestras de fuerza y unidad?
Porque? Porque? Porque?
Al final como pasó con los #YoSoy132, por estas infiltraciones lo unico que queda es el recuerdo de un gran movimiento, utilizado en un proceso electoral.
Ahora vienen las marchas para exigir justicia en el lamentable e indignante caso de los normalistas de Ayotzinapa en #Guerrero, movimiento por demás justificado (y del que ya escribiré más adelante), que solo esperamos no pretendan vincularlo con las elecciones del próximo 7 de junio de 2015.
La respuesta a todas las preguntas tal vez tenga que ver en el fondo con ese domingo.
Al final los dirigentes de movimientos juveniles tienen la ultima palabra: ser una anécdota electoral o trascender como ejemplo en la historia.
Por: Miguel H. Rivas
Presidente Fundador de #ObservatorioPRI.
@MigueRivas @ObservatorioPRI
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